Sevilla la hecho suya, aunque no es Macarena, aunque no es Triana, ni Encarnacion, ni Candelaria, sus ojos nos robaron, hasta un suspiro del alma. Ella es Madre como otra cualquiera, sabe lo que se siente al caminar tras su hijo, pendiente de que nada le hiera, y nadie, nadie, podrá decir que es lo contrario. Es la Virgen del Rosario, Madre del Cautivo, y al verla Sevilla, la ciudad le dijo:
“Me perdí en tu llanto,
En tu suspiro,
En el suave bamboleo
Del pañuelo de tu mano,
Me enrede entre los encajes
Que tu hermosura van rozando,
Quise ceñir
Tu cintura con mi mano
Vi las lágrimas
Tu cara surcando
Y al mirarte,
Me encontré con tu mirada,
Y de la emoción
Que en el corazón he sentido,
Se me atraganto el grito
Al querer decirte guapa.”
“Me perdí en tu llanto,
En tu suspiro,
En el suave bamboleo
Del pañuelo de tu mano,
Me enrede entre los encajes
Que tu hermosura van rozando,
Quise ceñir
Tu cintura con mi mano
Vi las lágrimas
Tu cara surcando
Y al mirarte,
Me encontré con tu mirada,
Y de la emoción
Que en el corazón he sentido,
Se me atraganto el grito
Al querer decirte guapa.”
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